viernes, 18 de febrero de 2022

Libro de Buen Amor. Historia de Don Carnal y Doña Cuaresma

 HISTORIA DE DON CARNAL Y DOÑA CUARESMA

En el Libro de Buen Amor, texto medieval español redactado alrededor de 1330, Juan Ruiz Arcipreste de Hita nos habla del significado simbólico de la Pascua y la Cuaresma a partir de una simpática alegoría: don Carnal, hombre mundano y amante de los placeres, es retado por doña Cuaresma a sostener una batalla que tendrá lugar al cabo de una semana; el reto ha sido lanzado el jueves anterior al día que hoy conocemos como Miércoles de ceniza.


Una vez cumplido el plazo, don Carnal y su ejército de bueyes, cerdos, gallinas, becerros y cabras se enfrentan en campo abierto a doña Cuaresma y su legión de vegetales y mariscos. Luego de un día de confrontación más o menos aparejada y de que ambos contrincantes se han retirado a sus respectivas tiendas, don Carnal, fiel a sus excesos, decide celebrar un fastuoso banquete que le produce, tanto a él como a los suyos, una pesadez y un sueño incontrolables. Doña Cuaresma, aprovechando esta inmejorable situación, entra por la noche al cuartel de su enemigo y, sin dificultad alguna, lo somete y lo aprisiona. Desde el primer día de su vencimiento, el Miércoles de ceniza, el glotón de don Carnal es obligado a confesarse y a hacer penitencia de ayuno y abstinencia, mientras que, doña Cuaresma, triunfante, asea su casa, sus vestidos y su cuerpo y sale a la iglesia a convocar a los feligreses católicos para que participen en los ritos religiosos correspondientes: “dízeles que se conoscan e que les venga emiente / que son çeniza e tal tornarán ciertamente”. Don Carnal, por su parte, es sometido por un sacerdote a una dieta a base, entre otras delicias, de lechugas, lentejas y alcachofas.


Trascurridos cuarenta días (la Cuaresma), cuando ya don Carnal comenzaba a estar verdaderamente arrepentido de su anterior forma de vida, un inesperado acceso de salud lo impulsa a burlar a don Ayuno en Domingo de Ramos y a escaparse de su celda; ya en libertad, reúne a sus beligerantes compañeros y decide tomar venganza de doña Cuaresma, quien, juzgando prudentemente la renovada fuerza acopiada por su enemigo, se atavía con su elegante ropa de viaje y, el Viernes Santo, ya muy entrada la noche, huye con dirección a Jerusalén. A la tarde siguiente, el Sábado de Gloria, don Carnal, al lado de su mejor aliado, don Amor, de don Almuerzo y de doña Merienda, entra por la ciudad sobre un carro musical que representa su avasallante victoria. El Domingo de Resurrección, un nuevo aire —un aire de abril—puede respirarse en cada rincón.


El Carnaval es una celebración pública que tiene lugar inmediatamente antes de la Cuaresma cristiana, con fecha variable (desde finales de enero hasta principios de marzo según el año), y que combina algunos elementos como disfraces, desfiles y fiestas en la calle. A pesar de las grandes diferencias que su celebración presenta en el mundo, su característica común es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol. 




Relato adaptado para los niños y niñas:

«Hace mucho, mucho tiempo, en un lejano pueblo , gobernaba don Carnal, el rey del Carnaval. Todos los años, por estas fechas, aparecía disfrazado y permitía a todo el mundo divertirse de la manera que cada uno quisiese. Y todos, como si estuviesen embrujados, lo hacían. Unos pasaban días y noches bailando, otros aprovechaban para disfrazarse y cometer fechorías ocultos tras sus máscaras, algunos hacían batallas de naranjas, tomates y huevos, y había quienes comían y comían sin parar. También les daba por gastar bromas pesadas a los demás… Como veis, lo que iba a ser algo divertido, acabó convirtiéndose en algo desordenado y peligroso.

Todo este jaleo no gustaba a doña Cuaresma, que era una vieja de siete piernas, poco comedora y nada amiga de tanta fiesta. Ella siempre lo advertía: «Esto no es bueno, se desperdicia mucha comida, las bromas son muy peligrosas, se cometen muchos robos… Hay que parar todo esto o va a ocurrir una desgracia».

Don Carnal no hacía caso alguno: «¡Bah!, eres una vieja sosa, aburrida y envidiosa. ¡Vete a tu casa a comer tu bacalao y déjanos divertirnos!».

En vista de que don Carnal no le hacía ni caso y temerosa de que algo grave ocurriese, doña Cuaresma decidió luchar contra el reinado de don Carnal a su manera. Mientras él trataba de llevarse a la gente de fiesta y les animaba a cometer maldades, ella intentaba deshacer el embrujo, convencerles de que aquello no era bueno, de que había que tranquilizarse. Muchos días estuvo doña Cuaresma intentando que la gente lo entendiese, porque, atraídos por tanta diversión, se dejaban llevar por don Carnal. Pero poco a poco, quizás cansados ya de tanta fiesta, los habitantes del pueblo se fueron poniendo del lado de doña Cuaresma, hasta que no quedó nadie que siguiese a don Carnal, que se encontró sólo y aburrido.

Cuando todos se dieron cuenta de los destrozos, la suciedad y los robos que se habían cometido, declararon a don Carnal culpable de todo ello y le impusieron un castigo: sólo podría comer espinas de pescado y espinacas durante los cuarenta días que durase el reinado de doña Cuaresma. Durante esos cuarenta días, como habían desperdiciado tanta comida, tendrían que comer sopas con aceite, agua y verduras y sólo los domingos podrían comer pescado.

Y es por ello que, para poner fin al reinado de don Carnal, celebraron el «Entierro de la Sardina», y con la sardina enterraron las maldades cometidas y comenzaron una nueva vida en la que tendrían que recuperarse de tanta diversión inconsciente y arreglar los destrozos producidos, aprendiendo a convivir y divertirse en paz».

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